Viaje de Trabajo

Hace como dos semanas me embarró mi jefe en un viaje de trabajo. Para no ir él, me comprometió a mi, a acompañar al gerente de producción a reunirse con unos proveedores que iban a hacer una demostración en una de las plantas de nuestros contratistas, pero en otra ciudad. (Si, para aparentar ser normal y no levantar sospechas, tengo un trabajo de día. De noche como ya saben, me dedico a defender a las viejecitas que caminan por callejones húmedos y oscuros llenos de maleantes). Así que estos días pasados estuve ausente por esa razón.

La verdad yo no queria ir al viaje porque tenía muchos pendientes. Antier fué noche de cascarita con los compas y no me la quería perder, además que estoy “así” de cerca de terminar de categorizar por número de serie mi colección de tapas de escusado marca Crapper que ya sobrepasa las mil quinientas piezas. Pero principalmente no quería ir porque conozco esos viajes de trabajo, y todos son iguales.

Se caracterizan por tener largas horas de traslado, hoteles que tienen de todo pero curiosamente nada puedo utilizar por falta de tiempo, solo la cama y es para dormir, y paso el día metido en la rutinaria vida de oficina de alguien más. Voy a juntas, me presentan gente “importante” y actuo como un gran conocedor en los temas a tratar. Termina la jornada después de sacar conclusiones, que de la misma manera pude sacar con ellos fácilmente por teléfono en la comodidad de mi hogar, viendo gustoso a Don Ramón partirle la mollera al Chavo a coscorrones, inclusive al mismo tiempo que transliteraba las cartas de Lincoln a Santa Claus, haciendo uso de las ya conocidas herramientas de la hermenáutica, pero no. Tuve que ir a ese viaje y nada pude hacer para safarme.

Después de la travesía del viaje y del insomnio que me dan las camas de hotel, llegó el momento de la reunión y empezó la junta. He notado que en esas juntas de trabajo nunca falta el chiste o el comentario  para romper el hielo, que por lo regular no tiene más gracia que dejar al chistoso como un imbécil ante los demás asistentes a la junta, eso si me divierte. No se cual sea el motivo de hacer comentarios de ese tipo a gente que apenas conoces, pero bajo ese denominador he conocido a la mayoría de la gente que me han presentado en una junta.

Estando en la junta me quedé absorto en ese pensamiento (ése y la curiosidad que tengo de conocer el proceso que se usa para meter los barquitos en las botellas). Y después de haber pasado mi análisis a un algoritmo que me llevó a sacar conclusiones comprobables, mientras que pretendía estar tomando apuntes de lo que se hablaba en junta, creo haber descubierto que es lo que lleva a alguien e encumbrarse en la cúspide de los títulos nobiliarios laborales. Y no, no son las largas horas de trabajo partiendote la espalda tras un monitor, no son las ideas geniales, no lo es la capacidad de darle resolución inmediata y definitiva a los problemas de antaño, no lo es la eficiencia o la productividad. El secreto indescifrable hasta hoy, para alcanzar el éxito laboral es ese: aprender a decir comentarios sin sentido ante desconocidos.

Mas allá de la junta y los malabares del viaje hubo algo rescatable. Lo mejorcito de mi viaje terminó siendo lo que más temía en un principio: La convivencia a nivel personal con alguien del trabajo. En tantas horas de viaje y después de agotar los temas en común, uno termina por platicar con el acompañante hasta de la marca de pañales que usabas de niño; o el nombre de cariño que utilizaba tu abuela para llamar a sus nietos, “Niño cabrón ven para’ca” en mi caso. Cosa que a tu compañero de labores le importa lo mismo que lo que le puede importar a los científicos el crecimiento ovaloide de las jicamas hungarianas. Pero de algo hay que platicar. Por mi parte me podría quedar callado todo el viaje, (amo el silencio de mis pensamientos) pero ya dije que quiero aparentar cierta normalidad ante la gente.

Cual fué mi sorpresa que no hubo necesidad de llegar a esas pláticas de contenido personal, ya que el gerente de producción tiene una licenciatura en sociología y un posgrado en teología (cosa que yo no sabía. ¡Un teólogo de gerente de producción! Las cosas que ve uno). Entonces las pláticas a nivel personal fueron sustituidas por temas mucho más profundos, variados e interesantes acerca del comportamiento y el pensamiento humano. Entre ellas el motivo que lleva a alguien a decir incoherencias en una junta, o temas más sustanciosos como la ya tan discutida inmortalidad del cangrejo.

Después de terminado el viaje y de que llegué por fin a mi casa a seguir con la clasificación de tapas de escusado, me dió mucha satisfacción saber que a pesar de que yo no tengo títulos de posgrado en teología o una licenciatura en sociología, incluso a pesar de no haber terminado la primaria (esos quebrados fueron mi perdición), poseo un proceso de pensamiento lógico que me lleva a sacar las mismas conclusiones que alguien que tiene tan altas credenciales. Y lo digo porque al final de todos los temas de los que hablamos el gerente de producción y yo, y después de responder cada quien según su perspectiva a las interminables incógnitas de la vida, siempre coincidimos en algo, al menos parcialmente. 

Hubo además algo en lo que los dos estuvimos de acuerdo totalmente. Es indiscutible e irrefutable, no importa que hagas, nunca estarás lo suficientemente preparado mentalmente para digerir los comentarios sosos de una junta; aparte de concurrir que la inmortalidad del cangrejo se debe al hecho de que ese animalito decápodo camina de lado y a veces de reversa, y eso lo lleva a detener o retrasar el tiempo de su muerte, a menos que lo rellenen y te lo sirvan acompañado de ensalada y aderezo. 

Corolario: Si quiere ser inmortal y exitoso, camine de lado e inicie sus juntas con unos buenos chistes pendejos.

(Nota: El número de viejecitas abusadas por maleantes en callejones húmedos y oscuros aumentó en mi ausencia).

4 Responses to “Viaje de Trabajo”

  1. Cayman Says:

    La capacidad de razonamiento y forma de pensar no se aprende en la escuela, se trae ya de nacimiento, se aprende de los padres y tu entorno y tu mi estimado eres grande.

    Saludos

  2. Claudia Says:

    Que bien dicho Cayman!!

    Yo lo que me pregunto es que andan haciendo las viejecitas, en plena noche, caminando por callejones de mala muerte???

  3. Susaniux Says:

    Hola Claudia 🙂
    Yo creo que las viejecillas andan echas la raya, camine y camine por los obscuros callejones de mala muerte, con la efimera esperanza de que las abusen los malenates para que las salve el Gran Killer Pollito, que por cierto, deberia tener la cortesia de avisar cuando sale de viaje de negocios, para que la viejitas se queden en casa tejiendo chambritas.

  4. KillerPollito Says:

    Gracias mi buen Cayman, no creas a veces el razonamiento me deja solo y me abandono a reacciones viscerales pensando en mi arrebato con el estomago… supongo que a todos nos pasa.

    jaja esas mendigas viejitas son las mismas de siempre, de hecho me piden que no las defienda, y que las abandone a los abusos de los maleantes…

    Saludos!

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